VERSÍCULO DEL DÍA – Viernes, 26 de Agosto del 2022

La humildad y la unidad, son dos virtudes muy importantes y de gran estima a los ojos del Señor, ya que como hijos de Dios y hermanos en Cristo, es necesario que permanezcamos en estos dos vínculos importantes, a fin de ser testimonio y demostrar a Cristo con nuestras vidas.

Dentro del ministerio todos tenemos un trabajo espiritual que se supone debe hacerse con amor y para dar gloria a nuestro Señor; debemos entender la gran importancia de buscar el favor de Dios y no tanto el de los hombres, ya que si hacemos las cosas solo para congraciarnos con nuestras autoridades espirituales o para sobresalir entre los hermanos, lastimosamente no estamos sirviendo con un corazón genuino, sino que buscamos presumir y vanagloriarnos. Entonces, ¿cómo podemos llamarnos siervos de Dios, si sólo buscamos el interés propio?

Dios conoce los corazones y los prueba como dice su Palabra y da a cada uno conforme a sus obras, así que si estamos haciendo las cosas para nuestra jactancia, tarde o temprano hemos de recibir el pago por nuestras malas acciones, porque todo lo que el hombre siembra, esto también segará. Seamos humildes y demos valor al trabajo de los demás, sabiendo que dentro del ministerio, todos somos importantes y cumplimos un rol vital y específico.

Porque así como el cuerpo humano tiene muchos miembros y cada uno de ellos es necesario, de la misma manera sucede en el cuerpo de Cristo, “ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios”, (1 Corintios 12:21-22). Entendiendo pues la gran importancia de cada integrante del ministerio, demos valor a  nuestros hermanos y agradezcamos las funciones que ejercen en beneficio del evangelio.

“Estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”, esta es una parte muy importante y considerada por muchos la más difícil, porque a muchos de nosotros nos cuesta humillarnos y permitir que otros sean exaltados; nos cuesta reconocer nuestros errores y aceptar que necesitamos la ayuda de otros. Pero esta palabra nos reta y nos llama a la humildad y a ser mejores cada día, haciendo morir la carne, el ego y el yo. Debemos morir al orgullo, y pedirle al Señor que se nos revele cada día su amor y su humildad para poder expresarla a los demás.

La Palabra nos enseña el poder de la unidad y del acuerdo; es tan importante que como hijos de Dios podamos trabajar en la unidad, siendo sinceros y reconociendo nuestras fallas para evitar que la unidad sea corrompida por cualquier situación o disgusto; no dando lugar al diablo, sino buscando siempre el camino de la reconciliación y si nos han fallado estemos dispuestos a perdonar porque de esta manera hacemos la voluntad del Padre.

“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!… Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna”, (Salmos 133:1-3).